Yo soy quién dices que soy...







Realmente de algo que la raza humana debe presumir y estar orgullosos es de LAS MUJERES, chicas, señoritas, mujeres y niñas, personas llenas de vida, de emociones y lo mejor de todo, del “PODER FEMENINO”, que solo nosotras tenemos. Y... pausemos aquí. ¿Qué pasa entonces cuando en realidad las que no se sienten orgullosas de sí mismas somos nosotras,  las mismas mujeres? 

En pleno siglo XXI nos vemos una constante red de inestabilidad de identidad y no solo social sino que también espiritual. Entonces llega la interrogante:  ¿quién soy yo para Dios?
Ya que, sí sé lo que soy en Él, mi identidad estará respaldada en el cielo y no en esta sociedad. 

A lo largo del tiempo se ha despertado una gran ola de "amor propio" que viene a ser sinónimo de una aparente aceptación y exhibicionismo y, espera... no quiero que dejes de leer, prometo ser concreta en lo que quiero decirte.  

Buscando personajes sobresalientes en un libro que me gusta leer y que también te lo recomiendo (LA BIBLIA), encontré dos mujeres que son ejemplo de lo increíble que podemos llegar a ser cuando Dios es el que nos respalda; la primera de ellas se llama Abigail, una mujer que no le tuvo miedo a su esposo el Rey e hizo que su pueblo se salvara de la destrucción (1 Samuel 25).

La segunda, se llama Ester, (puedes leer su libro dentro de la misma Biblia), ella a pesar de ser procedente de un pueblo de esclavos, por la  gracia que Dios le había otorgado llegó a convertirse en reina y no solo eso, sino que también, abogó por su gente, por su pueblo. 

Y si ves... las dos tienen algo en común: valentía y gracia. 
Hoy en este tiempo nosotras también poseemos esas dos grandes características que Dios nos ha dado y no las tenemos que tergiversar. El hecho de ser mujeres no nos da un pase VIP para querer contemplar los estándares de la sociedad actual sobrepasando la voluntad de Dios, tenemos que ser valientes para defender nuestra fe y la identidad que Dios a través de su amor nos da dado. No somos valientes por subir fotos mostrando nuestro cuerpo, no somos valientes por aceptar en nuestra vida amorosa a personas que sabemos que nos harán daño y no... no somos valientes tratando de ser lo que Dios NO nos ha dicho que somos. 





En este tiempo, está en disputa si es más decepcionante ver la concepción de los demás hacia las mujeres o de ellas a sí mismas. En este post no vengo ni a juzgarte, ni criticarte, sino a hacerte un llamado (al cuál me uno) de ver más allá de nuestros ojos, de ver hacia el corazón de Dios y aprender a vivir una vida santa conforme a cómo los ojos de Él nos ven. 

Te prometo que vendrán señalizaciones, juicios, menosprecios, críticas y no solo a tu apariencia, personalidad o convicción, sino también a tu identidad. Por eso quiero que sepás que no hay nada más valioso para una hija de Dios que ser lo que ÉL dice que somos. Ama a Dios con todo tu corazón para que podás verte con esos ojos de amor que no van a tener necesidad de aceptación del entorno.

Dios, ayer hoy y siempre es suficiente para poner en nosotros esa esencia capaz de amarle, serle fiel y vivir bajo su gracia al mismo tiempo en el que somos únicas y llenas de gracia. 

Te dedico un versículo que hasta la fecha, llena mi corazón y recuerdo mi identidad:
"Guárdame como a la niña de tus ojos... escóndeme bajo las sombras de tus alas." Salmos 17:8 




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